jueves, 30 de abril de 2009

Amor 77


Y después de hacer todo lo que hacen, se levantan, se bañan, se entalcan, se perfuman, se peinan, se visten, y así progresivamente van volviendo a ser lo que no son.

viernes, 24 de abril de 2009

jueves, 23 de abril de 2009

Del otro lado

Cuando estuvimos desesperados, alguien
contó la historia.

No se la puede escuchar serenamente, tiemblan
las manos, el corazón se encoge de dolor;
da un poco de miedo mirar a la gente, detenerse.

Ocurre lo de siempre.

Estábamos perdidos y la historia era confusa. Nada
tenía que ver con la certeza, ni
con el muslo de la bataclana. No
intervinieron traiciones; no es
una vulgar historia de fervores o de mantenidas.

Tu mano es necesaria para sobrellevarla. También
aquella vez (siempre aquella vez) apagaron
las luces y fue necesaria la presencia de tu mano.

Nos apretamos las manos en la sala impenetrable, temblamos
ante la cólera que aún no se había manifestado, que nunca
llegaría a marcarnos como sospechábamos, sino
de otra manera. Nuestras manos
procuraban ordenar el temblor, dominar el doloroso pánico;
y todo porque Humphrey Bogart había resucitado.

Estábamos perdidos en aquel
cine y él no era como el redentor; su cruz
no era un mandato, era
la inteligencia del hombre, era la resurrección
de la ciencia y de nuestros queridos finados.

Hace mucho que nos pasó esto; la mano
fría del cadáver impenitente
rozaba los sueños,
acariciaba nuestros tiernos rostros despavoridos.

Desde aquella vez no sabemos qué hacer con las historias,
con los muertos que no aceptan su desdichada condición, no
sabemos qué hacer con el miedo; no sabemos
encontrar nuestras manos, nuestra
tristeza. El mundo inconsistente.

Hubo muchas anécdotas como ésta ¿Quién
no tiene cosas horribles que contar? ¿Quién no tiene
su historia? Pero nadie supo qué decir, nadie supo
qué hacer, cuando alguien contó la historia.

Seguramente al escucharla buscarás una mano; será
como antes, pero enseguida
intentará olvidar que estuvimos tristes o asustados.

Tampoco sabrás qué decir cuando se haga tarde; lo de siempre:
tendrás ganas de llorar, y nada más.

Nadie esperaba una historia como ésta, tan lamentable ¿Por qué
no llorar entonces? ¿Por qué no perderse en la
espesura de la sala?

Se derramará sobre tu memoria,
como el alcohol que se vuelca entre los nervios y la madrugada;
la historia sobrevolará tu linda cabecita,
será un cuervo que sacudirá tus entrañas corrompidas,
que despeinará cariñosamente tu pelo


Paco Urondo

martes, 21 de abril de 2009

jueves, 5 de marzo de 2009

Asleep

Asleep! O sleep a little while, white pearl!
And let me kneel, and let me pray to thee,
And let me call Heaven’s blessing on thine eyes,
And let me breathe into the happy air,
That doth enfold and touch thee all about,
Vows of my slavery, my giving up,
My sudden adoration, my great love!
JOHN KEATS

sábado, 7 de febrero de 2009

Ausencias presentes

---------------------------------------------A Fernando G.C.

-----Suele ocurrir, ocasionalmente, en el Museo Nacional de Bellas Artes, que pequeños niños paseen alegremente por los pasillos estrechos, en coches dirigidos por madres pintarrajeadas.
Sucede a veces en estos paseos que, entre arte precolombino, el babeo y arte argentino, algo se despierte en algunos.
Lentamente sus ojos miniatura se transforman, se agrandan. Cruzando hacia arte contemporáneo argentino, casi por obligación, la renegada indiferencia del cuello se yergue sobremanera. Hay quienes lo soportan sentados, otros saltan rehuyendo al coche / cárcel.
Sus piernas van adquiriendo fuerza y se dirigen decididas hacia el final de la sala. Muchas madres caen atónitas ya a este punto. Sin embargo, las que se mantienen logran ver a sus hijos caminar desesperados hacia un rincón oculto, completamente imperceptible al resto de la exposición.
Entran en las sombras. Los niños (ya completamente adultizados) se encuentran los unos a los otros, se reconocen, se interpelan y sin hablar, se entienden en un solo instante.
Cuando se acerca la horda de madres, entre sorprendidas y atolondradas del susto, encuentran a los pequeños, todos juntos, parados en círculo, abrazando a la silla vacía que adorna aquel rincón.
Rápidamente ocurre que las madres se acercan, recobrando la confianza en sí mismas, rescatando a los niños de un trance de seriedad y devolviéndolos al coche, a las correas que lo atan, a la comodidad, al babeo. Y siguiendo, a fotografía, segundo piso por ascensor.


---------------------------------------------------------------------Pandora