¡Escuchad! ¡La ciudadanía tiene que....! Leer sobre los caminos “menos dolorosos” que duelen mucho más... sobre el “capitalismo responsable” que es el mejor chiste homicida que yo conozco. Como torturar a un ganso pagando él en cuotas la almohada para descansar y el crédito que te hace ver un asado dominical como la última vaca. Saber que somos pescaditos de pecera con una mano “bondadosa” que nos alimenta a cambio de creer que a lo sumo habrá otras peceras.
¡Escuchad! Perversos de lo concreto, de llorar con las divisiones, con el sueldo del precipicio, con el jardín de paz en la guerra de la sonrisa forzada, deleitarse con la iridiscencia de lo que sabemos que va a pasar: ¡Yo te lo dije! ¿Y la monotonía de la manutención de la salud?
El mate me da acidez.
El asado colesterol.
Tu concha tiene bacterias, creolina, creolina, es el nombre de mi novia transparente.
Como si fuese mate voy a tomar.
Como si fuese asado voy a lastrar.
Como si fuese concha voy a soñar.
Como si fuese vivo voy a durar.
Durar, durar, durar, esa es la gran puñeta internacional.
Casas de hormigón para siempre.
Te quiero para siempre.
Juro por la eternidad trascendental, por la seguridad del mortal miedo al guardaespalda que debo pagar.
Mientras “Quien mira al cielo reflejando en un lago ve peces en los árboles”
¿Y quién para de llorar para tomar la injusticia por el mango? Dejar de perder agua salada y sobre mi frente aparece una especie de fosforescente dignidad.
¡Escuchad! Porteros, policías, poliester's. La cera de la oreja es la cera de la oveja. ¡Destapad con masturbantes hisopos lo preclaro de escuchar! Mirad menos, escuchad más (leer te aleja de la intoxicación familiar) Leer para sentir. Sentir para dibujar la aventura, el encuentro con la máquina a vapor, de la ventana sin postigones. Un ciego me comió todos los peces de la pecera. El ciego dijo: Ya sé que no es culpa de los peces pero hay que evitar entuertos futuros.
Encendido por escuchar tantas indominias vivo a la deriva en un bote inestable.
El rumbo me lo da remar en contra de la corriente y unos senos.
Norman Brisky

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