sábado, 7 de febrero de 2009

Ausencias presentes

---------------------------------------------A Fernando G.C.

-----Suele ocurrir, ocasionalmente, en el Museo Nacional de Bellas Artes, que pequeños niños paseen alegremente por los pasillos estrechos, en coches dirigidos por madres pintarrajeadas.
Sucede a veces en estos paseos que, entre arte precolombino, el babeo y arte argentino, algo se despierte en algunos.
Lentamente sus ojos miniatura se transforman, se agrandan. Cruzando hacia arte contemporáneo argentino, casi por obligación, la renegada indiferencia del cuello se yergue sobremanera. Hay quienes lo soportan sentados, otros saltan rehuyendo al coche / cárcel.
Sus piernas van adquiriendo fuerza y se dirigen decididas hacia el final de la sala. Muchas madres caen atónitas ya a este punto. Sin embargo, las que se mantienen logran ver a sus hijos caminar desesperados hacia un rincón oculto, completamente imperceptible al resto de la exposición.
Entran en las sombras. Los niños (ya completamente adultizados) se encuentran los unos a los otros, se reconocen, se interpelan y sin hablar, se entienden en un solo instante.
Cuando se acerca la horda de madres, entre sorprendidas y atolondradas del susto, encuentran a los pequeños, todos juntos, parados en círculo, abrazando a la silla vacía que adorna aquel rincón.
Rápidamente ocurre que las madres se acercan, recobrando la confianza en sí mismas, rescatando a los niños de un trance de seriedad y devolviéndolos al coche, a las correas que lo atan, a la comodidad, al babeo. Y siguiendo, a fotografía, segundo piso por ascensor.


---------------------------------------------------------------------Pandora